Donald Trump es un autoritario corrupto. Despide, arresta y deporta a cualquiera que se interponga en su camino, construyendo un peligroso sistema de represión para silenciar a su oposición. Mientras tanto, su corrupción lo enriquece a él y a sus aliados.
Este es un momento crucial. Si no lo detenemos en los próximos años, no habrá camino hacia una acción climática significativa, y mucho menos hacia un Nuevo Pacto Verde.
La historia demuestra que los dos primeros años del mandato de un autoritario son decisivos para determinar si éste se mantiene en el poder o si la gente común puede poner fin al régimen y construir un nuevo sistema político y económico en su lugar.
Esto está en nuestro ADN. En 2017, el Movimiento Sunrise se formó en respuesta a la primera presidencia de Trump, pero también a las tres crisis que representó:
- Una crisis económica. Donald Trump es un avatar de lo peor de la codicia estadounidense, alguien que cree que los ganadores del capitalismo merecen su riqueza cada vez mayor, mientras que el resto de nosotros luchamos por sobrevivir.
- Una democracia amenazada. Fue elegido gracias a un colegio electoral antidemocrático, a pesar de perder el voto popular. Y su presidencia fue comprada por los mismos multimillonarios y corporaciones que impulsaron y se beneficiaron de la crisis económica.
- La crisis climática. Entre esas corporaciones se encontraban corporaciones de combustibles fósiles, que buscaban oponerse a toda acción que pudiera detener, desacelerar o incluso regular su imprudente destrucción de nuestro futuro.
En aquel entonces, nuestro objetivo era simple: lograr una legislación transformadora que creara millones de puestos de trabajo realizando el trabajo honesto y duro necesario para detener la crisis climática modernizando nuestro sistema energético, alejándonos de los fósiles de nuestro pasado y acercándonos a una energía limpia y renovable.
Sabíamos que si capacitábamos a miles de jóvenes para que crearan centros en todo el país, podrían movilizar a millones de jóvenes y presionar a nuestros políticos para que actuaran. Funcionó.
La presión impulsó a la clase política a abordar el cambio climático como un problema crítico. En 2022, el Congreso aprobó la mayor inversión en energía limpia en la historia de nuestro país: la Ley de Reducción de la Inflación, que invirtió 500 000 millones de dólares en empleos y programas de energía limpia en todo el país. Trump recortó partes significativas de la ley este año, pero la inversión ya se ha sentido. La energía limpia ya era más barata y de mayor crecimiento que los combustibles fósiles, pero ahora los está dejando atrás.
Las grandes petroleras leyeron la situación y se dieron cuenta de que, en una democracia, su modelo de negocios tóxico iba a seguir el camino de... bueno, los combustibles fósiles.
Así que tomaron una decisión sencilla: abandonar la democracia y abrazar el fascismo. Compraron la presidencia de Trump, y él ha llenado su gabinete con sus compinches, como Chris Wright.
Estados Unidos enfrenta las consecuencias a diario. Durante meses, Trump ha utilizado a la Guardia Nacional y al Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) como sus propios ejércitos nacionales para aterrorizar a las comunidades que ha convertido en chivos expiatorios, desde personas negras hasta inmigrantes y estudiantes en los campus universitarios. Ahora, está tomando medidas enérgicas contra figuras de los medios, movimientos políticos e incluso ciudades enteras.
A lo largo de la historia, cuando los regímenes autoritarios han buscado consolidar el poder, han sido los movimientos de trabajadores y jóvenes los que los han repelido y expulsado. Cada día, construimos y nos convertimos en ese movimiento, porque sabemos que no habrá una acción climática significativa si perdemos esta lucha. Únete a nosotros:
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